La historia de Estados Unidos ha visto al menos el asesinato de 4 presidentes, y a 10 mandatarios que sobrevivieron a diversos atentados contra su vida. El intento de asesinato de Donald Trump ocupa ahora un lugar en esa historia de muerte y resurrección, de dolor y de gloria. Algo muy profundo en el imaginario colectivo de la cultura americana.

Pero hay algunos aspectos, colaterales pero importantes, que surgen una vez que ha pasado el sismo de lo ocurrido en el mitin de Butler (Pensilvania), que se celebró el pasado sábado 13 de julio

Según una multitud de analistas, las elecciones en Estados Unidos terminaron el pasado sábado. La imagen del expresidente Donald Trump (que encabeza esta noticia) victorioso ante los disparos, burlando la muerte y con el puño alzado ante su rostro con sangre ofrecen un mensaje icónico e imborrable; el mejor cartel de campaña que puede imaginarse.

Si a esto añadimos su llamado lleno de fuerza a no rendirse y luchar, nada más levantarse tras los disparos (frente a la endeblez física y mental de Biden) le ponen en bandeja una victoria virtual. Pese a la lluvia de juicios en su contra (justos e injustos) lo convierten ante gran parte de la sociedad de EE.UU. en el héroe americano, en un objetivo valioso perseguido y a eliminar, en un gladiador invencible.

Para Donald Trump la explicación de su supervivencia al atentado es que  “Dios fue el único que evitó que sucediera la impensable. NO TEMEREMOS, sino que permaneceremos firmes en nuestra Fe y Desafiantes frente al MAL”, fue el mensaje del candidato republicano en su red social Truth Social.

Esta idea de la intervención divina anima a los seguidores del expresidente (la mayoría evangélicos) que le consideran como una especie de rey David -una persona con enormes defectos morales, en especial en lo relativo al sexo, pero que llevó a cabo la obra de Dios- o similar al rey Ciro de Persia que, aunque no era parte del pueblo elegido de Israel, les devolvió a su tierra y ayudó a la restauración del templo de Jerusalén.

Numerosas voces denuncian que en el atentado hubo graves fallos de las fuerzas de seguridad. Un testigo ha declarado cómo él y un grupo de personas avisaron durante varios minutos, sin ser tenidos en cuenta, a la policía y los Servicios Secretos -que se ocupa de la protección de los mandatarios nacionales y extranjeros y de los diplomáticos en EEUU- de que había una persona con traje de camuflaje y un rifle semiautomático apostada en el tejado de una fábrica de cristal apuntando al presidente. El autor de los disparos, el joven Thomas Matthew Crooks, estaba en el tejado de una nave a 120 metros del escenario desde el que Trump se dirigía a sus seguidores.

Por otro lado, mientras ningún observador de las fuerzas de seguridad se percató de su presencia antes del instante fatal (estando prácticamente al descubierto) sin embargo los francotiradores que protegían a Trump no tuvieron problemas en localizarle y abatirle en cuanto se desencadenó el ataque.

La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha convocado a declarar al jefe del Servicio Secreto y a varios agentes del FBI presentes en el mitin para averiguar sobre este posible fallo de seguridad.

“Es  probable que el Servicio Secreto facilitó de alguna forma que se produjese el atentado”. Un completo análisis de César Vidal en entrevista exclusiva.