Semanas después de que Hamas lanzara el ataque sorpresa contra Israel que inició la guerra de Gaza en octubre pasado, Hassan Nasrallah, el líder del grupo militante libanés Hezbollah, expuso el enfoque de su grupo para la guerra.
Hablando por enlace de video desde un lugar secreto, dijo que la organización buscaba un equilibrio entre los ataques transfronterizos contra Israel en apoyo de Hamas y, al mismo tiempo, evitar una guerra total. “Algunos en el Líbano dicen que estamos asumiendo un riesgo. Pero este riesgo es parte de un cálculo beneficioso y correcto”, había dicho.
Ese cálculo ha fallado dramáticamente en las últimas dos semanas. La campaña militar israelí ha incapacitado a miles de miembros de base de la milicia con los dispositivos armados con explosivos y liquidado a un puñado importante de sus comandantes.
“Hezbollah creía que el juego de disuasión con Israel estaba esencialmente parejo”, dijo Michael Young, del Centro Carnegie para Oriente Medio en Beirut. “Quedó claro que no lo estaba”.
Nasrallah dirigió a Hezbollah durante más de tres décadas, y su muerte priva al grupo de un líder experimentado que disfrutaba de un estatus casi mítico entre la base musulmana shiíta del grupo. Al decidir lanzar a la organización a una nueva batalla contra Israel, el dirigente ahora eliminado habría asumido que la lucha podría ser contenida, y que el agotamiento de Israel por su guerra en Gaza y el temor al daño que los misiles y comandos de Hezbollah podrían causar le impediría responder con demasiada fuerza.
Esa estrategia funcionó en gran medida durante muchos meses, mientras los dos bandos se bombardeaban y cruzaban golpes de artilleria a través de la frontera. Pero en gran medida evitaban ataques mayores.
Golpe certero
En las últimas semanas, sin embargo, los líderes israelíes, ante la presión interna para encontrar una manera de que decenas de miles de evacuados regresaran a sus casas cerca del límite con Líbano, intensificaron los ataques. El esfuerzo sostenido ha sembrado el caos dentro de Hezbollah y bloqueado su capacidad de respuesta.
Israel tenía dos ventajas contra esta milicia: sus servicios de inteligencia penetraron profundamente en el grupo, lo que le permitió rastrear y matar a un gran número de comandantes de nivel medio y alto.
«Se las arreglaron para infiltrarse en Hezbollah, de modo que parecen haberlo sabido todo, dónde están los líderes y dónde y cuándo se reúnen», dijo Young.
Pese a que era claro que Israel estaba rastreando a los líderes del grupo, Hezbollah no parece haber ajustado sus protocolos de seguridad. Tuvieron un alerta, la semana pasada. Israel mató a Ibrahim Aqeel, jefe de la fuerza de élite de la organización.
La segunda ventaja de Israel fue que las acciones del Nasrallah dejaban claro que era reacio a responder a los ataques de Israel en formas que hubieran expandido la guerra. Un ejemplo fue en julio cuando Israel abatió al jefe de las operaciones aéreas de la milicia. No hubo entonces una respuesta significativa.
El grupo se jactó durante mucho tiempo de tener proyectiles poderosos que podrían alcanzar ciudades en el interior de Israel, y había preocupación en el Estado hebrero si usaba misiles con guiado de precisiones, pero esas capacidades, si no fueron inutilizadas ya por los ataques de Israel, permanece en gran parte sin usarse. «En cada nivel de escalada, Hezbollah sencillamente no pudo seguir el ritmo de los israelíes», comentó Young.
Israel, por tanto, intensificó su ofensiva con más asesinatos selectivos y bombardeando los bastiones de la organización en el sur y el este del Líbano, ataques que han matado a más de 700 personas la semana pasada, muchas de ellas civiles.
Los funcionarios israelíes han dicho que buscan degradar las capacidades de Hezbollah y de este modo evitar una invasión terrestre del Líbano. Israel ahora puede estar esperando que la eliminación del reverenciado líder del grupo constituya una especie de golpe de gracia.