La escuela de Chubut que nació de un almacén y conmovió al país – ADNSUR


En las primeras décadas del siglo XX, mientras la Patagonia comenzaba a ser habitada, la educación era un lujo que pocos podían permitirse. Los colonos de Aldea Beleiro, con una visión tan amplia como el horizonte que los rodeaba, hicieron de esta necesidad un objetivo común.

En un gesto de generosidad que aún emociona, Belisario Jara cedió su antiguo almacén para convertirlo en la primera escuela de la zona. Sin pupitres ni pizarrones, los pobladores construyeron muebles con maderas del viejo mostrador y fabricaron tizas de ramas carbonizadas. 

‘GUIÑOS DEL DESTINO’: EL MAESTRO COMENZÓ LAS CLASES Y SE CASÓ EN EL MOMENTO

Allí, con letras negras sobre un improvisado pizarrón blanco, comenzaron las primeras clases. La escuela no era solo un edificio; era el corazón de una comunidad que soñaba con el progreso.

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A pesar del lapso de varias décadas, la construcción – cercana al sector conocido como La Laguna todavía está en pie con sus muros que resisten el paso del tiempo.

La educación en Chubut hace varias décadas: pupitres, libros de texto y la bandera nacional para las generaciones de estudiantes que 'hicieron grande' a la Argentina.

La educación en Chubut hace varias décadas: pupitres, libros de texto y la bandera nacional para las generaciones de estudiantes que ‘hicieron grande’ a la Argentina.

CPIE (Centro Provincial de Información Educativa) dependiente del Ministerio de Educación de Chubut.

En 1922, el maestro Máximo Fernández Coria llegó desde La Plata con un mensaje claro: “Tengo órdenes de dar clases aunque sea al lado de una mata”. 

Estas palabras, tan simples como cargadas de valentía, marcaron el inicio de un sueño colectivo. Con apenas seis alumnos y la ayuda de los vecinos, Fernández Coria inauguró un nuevo edificio escolar.

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Ese día, junto al izamiento de la bandera argentina por primera vez en ese rincón fronterizo, el joven maestro también contrajo matrimonio, uniendo su vida a la historia de la aldea.

Se trataba de la modalidad de los ‘maestros ambulantes’ que reflejaba la preocupación del Estado Nacional por mantener la presencia y la identidad en el territorio de las fronteras.

Por el rigor de las condiciones meteorológicas, las clases se realizaban en primavera – verano y el receso se extendía durante el invierno que azotaba a la zona con fuertes vientos, intensas nevadas y temperaturas bajo cero.

EDUCACIÓN EN LA REGIÓN A LO LARGO DEL TIEMPO

Desde su traslado a la localidad de El Triana en 1938, la escuela no solo educó a generaciones de niños sino que también se convirtió en el eje de una comunidad que enfrentó las inclemencias del clima, la distancia y el aislamiento con un sentido de pertenencia admirable.

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La historia de esta escuela comenzó en un edificio donado por vecinos cuyo esfuerzo colectivo levantó las paredes de madera y zinc que albergaron las primeras clases. 

Los docentes, estudiantes y familias que 'hacían Patria' en el límite de la provincia con Chile en las escuelas de la región.

Los docentes, estudiantes y familias que ‘hacían Patria’ en el límite de la provincia con Chile en las escuelas de la región.

Libro «Aldea Beleiro – Historia de un pequeño pueblo de frontera» de Ernesto Maggiori – Secretaría de Cultura de Chubut – 2007.

Allí, maestros y alumnos desafiaron las heladas patagónicas con aulas en las que el calor humano suplía la falta de recursos. 

En los años iniciales, los niños llegaban a caballo desde kilómetros de distancia mientras las autoridades educativas recomendaban iniciativas como la creación de cooperadoras escolares para asegurar ropa, calzado y alimentación.

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A finales de la década del ’20, la escuela recibió su escudo, útiles escolares y libros de texto entre los que se destacaban Pininos, Senda Florida y Perseverancia entre otros.

En particular, a los alumnos se les enseñaban las técnicas del ahorro. Para ello, se tramitaron diez libretas de ahorro postal por un valor de 50 pesos. 

Los años 40 y 50 marcaron una etapa de transformación. La escuela que -en sus comienzos- enfrentó problemas de baja matrícula, creció al compás de la comunidad y el impulso de la cooperadora escolar.

Se plantaron álamos y sauces frente al edificio para simbolizar la esperanza de un futuro más verde. También se promovieron conocimientos que se vinculaban con la forma de vida cotidiana de los niños y niñas.

Se enseñaba a los estudiantes las virtudes del 'ahorro' con materiales concebidos para tal fin.

Se enseñaba a los estudiantes las virtudes del ‘ahorro’ con materiales concebidos para tal fin.

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Con el correr de las décadas, la escuela enfrentó desafíos únicos. Durante la Gobernación Militar del Territorio, en los años 50, el establecimiento fue reconstruido en un nuevo edificio. 

A pesar de diversos contratiempos, la escuela siguió adelante, guiada por docentes comprometidos que dejaron una marca imborrable en la memoria de la aldea.

Cada director y maestro que pasó por sus aulas aportó algo más que enseñanzas: contribuyeron al tejido social y cultural de la región. 

Hicieron de las aulas un espacio para formar ciudadanos para conectar a los niños con los símbolos patrios y el sentido de pertenencia a la nación.  

En estos rincones apartados, la escuela se convirtió en una extensión del hogar y un refugio frente a la adversidad.

En 1978, en medio de conflictos con Chile y decisiones políticas que centralizaron la educación, la escuela enfrentó su cierre junto a otras pequeñas instituciones de la región.

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El golpe fue duro para una comunidad que había luchado tanto por garantizar el acceso al conocimiento.

Consecuente con estas decisiones, se trasladó a los chicos -que ya no podían concurrir a las clases – a los internados escolares y otros albergues en localidades cercanas.

En este punto, el padre Sergio Micheli – nacido en Italia pero residente en Argentina desde 1973- había alertado “internar a los chicos en esos lugares, los aísla como también los desconecta de su familia y de las necesidades comunitarias no resueltas”.

Y señalaba “al no ver a sus familiares en todo el año, se formaba una mentalidad dependiente del asistente o maestro. De esta manera, se está des-democratizando a los futuros ciudadanos”.

FASCINACIÓN DE LALO MIR

La visita de Lalo Mir a Chubut fue, según sus propias palabras, un encuentro con la esencia misma del país. 

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Al conocer la historia de ‘El Triana’, el locutor quedó conmovido por el compromiso de aquellos maestros y colonos que, con recursos mínimos y una voluntad inquebrantable, transformaron un almacén en un templo de aprendizaje. 

El reconocimiento de Lalo Mir por la escuelita de 'El Triana' 'en los confines de la Patria'.

El reconocimiento de Lalo Mir por la escuelita de ‘El Triana’ ‘en los confines de la Patria’.

lalo.mirlo en Instagram

“Es imposible no emocionarse ante tanta valentía”, expresó Lalo quien reconoció que esta escuela representa el espíritu más puro de la educación como herramienta de igualdad y esperanza.

Hoy, las ruinas del edificio original aún resisten el paso del tiempo, como testigos mudos de una epopeya silenciosa.

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El legado de la Escuela N°131 va más allá de sus paredes. Es un recordatorio de que la educación no es sólo un derecho sino un acto de resistencia, especialmente, en los contextos más adversos. 

En cada rincón de la Patagonia, donde el viento lleva consigo ecos del pasado, la historia de ‘El Triana’ sigue viva.  Es la prueba de que, incluso en los lugares más recónditos, la educación puede ser una llama que ilumina el futuro. 

Y, como bien lo expresó Lalo Mir, conocer estas historias nos reconecta con lo mejor de nuestra humanidad.

Con información del Ministerio de Educación y la Secretaría de Cultura de Chubut en una nota editada y corregida por un periodista de ADNSUR.





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