La historia de la geógrafa alemana que se enamoró de Chubut y combate los incendios con ayuda de la NASA – ADNSUR


“No sé cómo sobreviví 35 años sin conocer el mate. Desde que probé el primero, quedé fascinada”, confiesa Antje Siebert, en perfecto castellano, pero con un acento que cincela cada una de las palabras. Nacida hace 62 años en Alemania, pisó Esquel hace más de dos décadas y nunca más se fue. Hoy no solo se siente chubutense, sino que, con su trabajo como geógrafa, es una pieza clave en el combate de los incendios que golpean a la provincia.

Antje se crió en Bodenfelde, un pequeño pueblo ubicado en el centro de Alemania. Hija de un ingeniero y una amante de la fotografía, desde muy chica se deslumbró con los misterios de la tierra. Ese interés la llevó a estudiar en la Universidad de Göttingen, donde se recibió de geógrafa.

Poco tiempo después, comenzó a trabajar en el análisis de imágenes satelitales. Nunca imaginó que esa especialización, junto con sus ganas de conocer el mundo, la llevarían, 40 años más tarde, a trabajar en un país lejano llamado Argentina, confeccionando mapas que permiten conocer la magnitud de los incendios y ayudan a diseñar los planes de acción de brigadistas y bomberos.

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Antje trabaja desde 2007 en el Sistema de Información Geográfica (SIG), dependiente de la Secretaría de Bosques.

Antje trabaja desde 2007 en el Sistema de Información Geográfica (SIG), dependiente de la Secretaría de Bosques.

Pero mejor ir por partes. En 1998, Antje aterrizó en el aeropuerto de Bariloche y quedó fascinada con lo que vio. Por su trabajo, había visitado distintos lugares del mundo, pero en la Patagonia encontró algo especial. Poco después, descubrió Esquel y fue un amor a primera vista. “Me siento muy bien acá, elijo este lugar no sólo por el paisaje, sino también por la gente”, explica.

Ya en tierras chubutenses, Antje armó su nueva vida. En 2007, comenzó a trabajar en el Sistema de Información Geográfica (SIG), dependiente de la Secretaría de Bosques, donde aplicó sus conocimientos para traducir en mapas la información que recolectan los satélites que orbitan alrededor de la Tierra, con imágenes que están fuera del alcance del ojo humano.

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“La cartografía tiene su parte de acto creativo. Obviamente, tiene reglas de cómo debe ser un mapa para que sea legible, pero no deja de ser una transformación de la realidad a un medio gráfico que permite explicarle a otros una situación”, afirma la geógrafa alemana.

Una de las imágenes satelitales que debe analizar Antje para confeccionar los mapas.

Una de las imágenes satelitales que debe analizar Antje para confeccionar los mapas.

El vertiginoso avance de la tecnología le permitió contar cada vez con más y mejores datos. “Al principio, trabajamos con impresiones en papel de imágenes satelitales. Se mandaba un fax, que en su momento era magia, a la NASA, para que te enviaran cintas magnéticas que después había que procesar en computadoras del tamaño de una oficina. Los satélites pasaban por un mismo punto cada 16 días y las imágenes se obtenían después de tres o cuatro semanas”, recuerda.

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Hoy, Antje puede ver las imágenes el mismo día que los satélites de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) pasan sobre la zona que necesita analizar. “Con esos datos podemos trazar el área de las zonas afectadas por los incendios”, explica. 

Además, en el SIG cuentan con un servicio que notifica cuando algunos de los seis satélites de la NASA detectan anomalías térmicas o “puntos calientes” en lugares definidos. Las alertas pueden llegar a cualquier hora de la madrugada, los siete días de la semana. En épocas tan duras como las que está atravesando la provincia, con focos activos en Epuyén, Atilio Viglione y Puerto Madryn, el trabajo es permanente.

Uno de los mapas confeccionados por Antje, a partir de la información recolectada de los satélites.

Uno de los mapas confeccionados por Antje, a partir de la información recolectada de los satélites.

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El trabajo de Antiu también es clave para el desafío de revertir el desastre ambiental provocado por el fuego: “Las imágenes satelitales nos sirven para planificar la restauración de áreas quemadas con plantaciones nativas. Determinar cuáles son las áreas prioritarias, saber qué tipo de bosque hay, tener información sobre el relieve y los índices de quema, etcétera. Ese trabajo se hizo, por ejemplo, luego del incendio que tuvimos en Las Golondrinas en 2021”.

Antje, cuyo nombre podría traducirse al castellano como una versión cariñosa de Ana, tiene decidido seguir viviendo en Esquel. “En media hora estoy en el lago, tomando unos mates y nadando. La mezcla de bosques y estepa que tiene Chubut me encanta. Es uno de los lugares más lindos para vivir que conozco, y por mi trabajo recorrió mucho. Mis dos hijos más grandes están en Alemania. Voy cuando puedo a visitarlos, pero mi lugar está acá”, sostiene.

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Lo único que no pudo conseguir, explica, es que los argentinos pronuncien bien su nombre. “Fonéticamente es Antie, pero me dicen Antiu, Ant, An. Sigo coleccionando versiones”, bromea.





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