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¿Michel Foucault, un liberal de izquierda?


El 25 de junio de 1984 muere Michel Foucault en París. Lo que se podría ver como el cierre no es sino el comienzo de una historia, de la cual se cumplen 40 años. Es el inicio de un proceso de publicaciones póstumas y recepciones diversas de su obra, e incluso opuestas, que no para de crecer. Es en este marco que en Foucault y el fin de la revolución. El último hombre toma LSD (Interferencias), Daniel Zamora y Mitchell Dean abren nuevas claves de lectura.

Daniel Zamora, Doctor y master en Filosofía por la Universidad Libre de Bruselas. Daniel Zamora, Doctor y master en Filosofía por la Universidad Libre de Bruselas.

Centrados en la última etapa del filósofo francés, cruzada por su experimentación lisérgica en California, sus experiencias sadomasoquistas y el descubrimiento teórico del neoliberalismo, los autores nos ofrecen una innovadora perspectiva que permite profundizar sobre la hipótesis de una nueva forma de pensar la política posrevolucionaria. En ella, la subjetividad será el campo de batalla de las inquietudes de una izquierda libertaria que, de acuerdo a Foucault, podría incluso encontrar herramientas en la tradición liberal para inventar una forma de gobierno donde la autonomía de los cuerpos, la pluralidad de estilos de vida alternativos y el retroceso de la normalización disciplinaria serán los ejes.

Daniel Zamora, profesor de Sociología en la Universidad Libre de Bruselas y nacido en Costa Rica, habló con Ñ sobre estos temas en un momento de convergencia que permite vincular el aniversario de los cuarenta años del fallecimiento de Foucault con la proliferación de discursos neoliberales y libertarios que habilitan relecturas en ese sentido.

–¿En qué medida la crítica al concepto de revolución es determinante del pensamiento del Foucault maduro?

–En ocasión de un viaje a Japón en 1978 es que Foucault explica que la idea misma de revolución es la que está en crisis. Desde 1789, le dice a un monje budista, Europa ha cambiado en función de la idea de revolución. La historia europea ha sido dominada por esta idea. Y es ésta la que se encuentra en proceso de desaparición. Llegará incluso a afirmar el fin de la política. El desafío para Foucault no era evidentemente renunciar a la política, sino más bien abandonar su reducción a la conquista del poder estatal. A sus ojos esto implicaba un lento desplazamiento de las luchas organizadas en torno a grandes estructuras económicas y del aparato estatista hacia todos los dispositivos difusos de gobierno que buscan moldear nuestra subjetividad y nuestra vida cotidiana en las relaciones familiares, la sexualidad o la educación. Lo que se abría era un nuevo tipo de revolución focalizada en liberar a los individuos de los dispositivos de subjetivación en los cuales son sometidos. No se tratará de conquistar el poder o de actuar mediante los partidos políticos sino más bien de permitirle al sujeto experimentar modos de vida alternativos y formas de constituirse en el seno del poder más que contra él mismo.

–¿En qué sería problemático ese desplazamiento, según su mirada?

–Lo que se juega en este fin de la revolución es el fin de una cierta concepción de la transformación social, ligada al rol de la clase obrera, a los movimientos de masas, a los partidos, a la soberanía, todo eso desaparece y predispone al último Foucault, que va a acentuar sus trabajos sobre la transformación de sí y la estilización de la existencia. En otros términos, la ética remplaza la política. La idea subyacente es que uno podría deshacer al Estado minando todas esas relaciones que operan en nuestra vida cotidiana, haciendo proliferar las subjetividades alternativas. Su teoría de la resistencia y del cambio va progresivamente a concentrarse sobre el sujeto. Este análisis, devenido muy popular en una izquierda que ama promover los estilos de vida alternativos, se reveló falso. Lejos de escapar al control, el capitalismo hizo de todos estos modos de vida disidentes mercados a conquistar así como el Estado se acomodó perfectamente en esos territorios de ahí en más gobernados por la racionalidad de la empresa.

–¿No cree que uno de los puntos más problemáticos al respecto es que las lecturas que se hicieron sobre lo que Foucault dijo se deben a que sus comentaristas tenían en mente otro “paisaje” neoliberal (dado que el curso se editó en 2004), y que para Foucault en 1979 era completamente diferente? Me refiero a que en sus clases, Foucault aludía al ordoliberalismo alemán –cercano a la Escuela de Friburgo y que prevé una intervención mínima estatal que regule los fallos de mercado y limite los monopolios–, al reformismo económico del presidente Valéry Giscard d’Estaing y al Rocardismo –la llamada “segunda izquierda”, la línea liberal del partido socialista, contraria a François Mitterand. Por el contrario, las referencias recientes del neolineralismo fueron Thatcher, Reagan y Pinochet.

Michel Foucault murió el 25 de junio de 1984.
Michel Foucault murió el 25 de junio de 1984.

–Sus famosas lecciones, en efecto, han sido publicadas en un contexto muy diferente de su elaboración. Cuando él termina su curso, en abril de 1979, ni Thatcher ni Reagan han arribado al poder. Por lo tanto, el neoliberalismo no es para Foucault objeto de denuncia sino más bien un lugar donde se elabora una nueva forma de governanza, una manera de pensar la política. Este uso del neoliberalismo es además motivado en Francia por el contexto muy particular de las políticas llevadas a cabo por el presidente Valéry Giscard d’Estaing. Su presidencia estuvo marcada por la despenalización del aborto, la visita a detenidos en prisión, el fin de la censura o la baja de la edad legal para votar. Foucault ve el desarrollo del neoliberalismo en Francia como un punto de ruptura con el clásico clivaje izquierda-derecha. En ese momento posrevolucionario, Foucault piensa que el neoliberalismo puede ser un punto de partida estimulante para reinventar una izquierda que no sea socialista, liberada del horizonte marxista.

–Veo que el libro trabaja en una dimensión desestimada en los estudios foucaultianos, este giro socioliberal de Foucault a fines de los 70, producto de su cercanía con Michel Rocard y la segunda izquierda ¿Cuánto considera que influyó este viraje en la construcción de un Foucault liberal?

–Como lo ha mostrado Serge Audier, es necesario comprender el interés de Foucault por el neoliberalismo en el cuadro más general de las reflexiones abiertas por la segunda izquierda. Las de una izquierda que rehabilita la noción de empresa y de autogestión, o que celebra la desestatización de la sociedad francesa. El socialismo histórico estaba, a los ojos de Foucault, superado y viciado por sus dispositivos de normalización y sus pulsiones autoritarias. Era hostil al programa común de los socialistas y comunistas y él no votó por Mitterrand en 1981 –como muchos intelectuales–. Parecía compartir las tesis de François Furet sobre los vínculos que unirían revolución y totalitarismo. El Estado deviene entonces el enemigo a abatir para toda una generación de intelectuales gravitando en torno a esta segunda izquierda.

–Me interesa pensar, a partir de comentaristas como Lagasnerie y Audier, que ustedes citan, que Foucault estaba buscando reconstruir una tradición libertaria progresista a partir de la invención hacia fines de los setenta de una gubernamentalidad de izquierda autónoma. ¿Cuáles serían los conceptos de la tradición liberal de los que Foucault haría uso para construir esta nueva forma de gobierno?

–Es claro, como Lagasnerie lo ha escrito, que Foucault hacía un uso interesado del neoliberalismo. Se trata siempre de interrogar o de transformar el presente. En este cuadro pienso que el neoliberalismo le ofrece un marco intelectual estimulante para pensar la autonomía de los individuos e imaginar una forma de poder que sería menos normativa. Durante mucho tiempo Foucault nos había ofrecido retratos deslumbrantes del poder pero parecía mudo en relación a las alternativas y las maneras de resistirlo. Y, contrariamente a lo que se ha dicho, Foucault estaba interesado en la relación supuestamente menos normativa del neoliberalismo con la subjetividad. Es eso que mi coautor, Mitchell Dean, ha demostrado: no hay para Foucault, propiamente hablando, una subjetividad neoliberal. En el sentido de que, a sus ojos, el neoliberalismo no somete de manera interna a los individuos sino que actuaría de manera ambiental. El neoliberalismo estimula los comportamientos de tipo emprendedor de sí, pero deja al sujeto una autonomía más grande en sus elecciones. Sin embargo, lo que Foucault ha subestimado es que lejos de liberarnos de la normatividad, el mercado y la competencia económica también tienen la suya.

Foucault en  una conferencia en Berlín el 29 de enero de  1978.Foucault en una conferencia en Berlín el 29 de enero de 1978.

–La experimentación de Foucault con LSD en el Death Valley, según su criterio, se puede colocar en el mismo plano de experiencias tan diversas como el controversial interés en la revolución islámica en Irán, el budismo zen en Japón, las comunidades taoístas en California o los saunas sadomasoquistas en San Francisco. ¿Cómo definiría el hilo conductor que permite articular estas exploraciones foucaultianas?

–Experimentar nuevas formas de relaciones, de drogas o la cultura gay californiana era para Foucault un modo de investigación destinado a inventar nuevos modos de vida que podrían, a largo plazo, producir cambios radicales profundos en la sociedad. Este modo de investigación, tests, pruebas físicas y rituales moldeaba una manera muy diferente de relacionarse con la verdad. Esto significaba someter su propio cuerpo y su alma a experiencias límites que podrían crear maneras alternativas de relacionarse con el conocimiento. Para Foucault, el probar drogas, los modos alternativos de las comunidades taoístas, las prácticas BDSM (Bondage, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo) o la meditación zen ofrecían una nueva conceptualización, comprensión y conocimiento de las almas y de los cuerpos. La resistencia y la transformación social debían en adelante ser pensadas a través de la experimentación personal.

–A veces se sitúa de manera errónea a Foucault como un filósofo clave para comprender la “cultura woke”, cuando en su obra vemos una crítica a las identidades sexuales, a las que veía como jaulas. Por el contrario, él planteaba el derecho a ser diferentes. ¿Cree que Foucault puede ser importante para desarrollar una izquierda libertaria que no esté dominada por las políticas identitarias?

–Efectivamente, es importante recordar que Foucault no defiende la identidad en cuanto tal, como si ésta debiera ser liberada o respetada, sino más bien una cierta forma de pluralismo en la sociedad y en nuestra relación con nosotros mismos. No se trataba para él de descubrir nuestra “verdadera identidad”, esto sería una forma de esencialismo que Foucault siempre ha repudiado, sino de rechazar lo que somos, de abrir espacios para ser otros. Es por esta razón que era relativamente escéptico en cuanto a la idea de “salir del closet”. La afirmación “soy homosexual”, pensaba, no era solamente la afirmación de un derecho sino también la jaula y la trampa. Sin embargo, es necesario recordar que la derecha contemporánea que ama denunciar el “wokismo” ella misma defiende una política de la identidad. En realidad, su problema con la cultura woke no es que esencializa las identidades sino que esencializa las “malas identidades”. La derecha busca sustituir las identidades minoritarias por aquellas como la nación o el modelo de familia heternonormativo. No propone ninguna alternativa al wokismo sino una variante de la política de la identidad.

Foucault y el fin de la revolución.
Mitchell Dean y Daniel Zamora
InterferenciasFoucault y el fin de la revolución.
Mitchell Dean y Daniel Zamora
Interferencias

–A 40 años de la muerte de Foucault, ¿cuáles cree que son los conceptos más vigentes de su filosofía y cuáles, por el contrario, le parecen que son impotentes para pensar nuestro presente?

–Lo más valioso de Foucault es su fascinante capacidad para pensar contra sí mismo. Lo que nos enseña es precisamente a desprendernos de nuestros reflejos intelectuales. Nos invita a frotarnos con otros conceptos, a tomarlos en serio y a experimentar en su seno. Es admirable. Como actitud intelectual me resulta preciosa: no hay nada más esterilizante para el pensamiento que nuestra tendencia espontánea a leer aquello que confirma nuestras ideas precedentes. El planteo de Foucault no nos ha sido jamás tan precioso como hoy, un momento donde tenemos la necesidad urgente de innovación. Pero su famosa caja de herramientas resulta mucho menos en línea con los problemas a los cuales tenemos que enfrentar, está presa de un contexto muy alejado del nuestro.

Daniel Zamora Básico. Doctor y master en Filosofía por la Universidad Libre de Bruselas. Trabaja allí como Investigador en Sociología del Fondo Nacional de Investigación Científica (FNRS). Entre 2017 y 2019 se desempeñó como investigador en la Universidad de Cambridge. También trabajó en las universidades de Estrasburgo y en Illinois, Chicago.

En castellano ha publicado, junto con Michael C. Behrent la compilación Foucault y el neoliberalismo (2016).

Ha trabajada temáticas como el desempleo, la historia inelectual, pobreza, la justicia social, pensamiento económico, la obra de Michel Foucault y el marxismo.

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