Los pentecostales constituyen una fuerza religiosa y social de incuestionable presencia y vigor en todo Estados Unidos e Iberoamérica. La gran labor misionera realizada por el evangelio protestante está apoyada, en gran parte, en el trabajo del movimiento pentecostal.
Es a partir de la década del cincuenta cuando el pentecostalismo latinoamericano comienza a tener una presencia significativa e inicia su etapa de crecimiento permanente. Este crecimiento coincidió con la crisis de los gobiernos populistas y la formación de un proletariado urbano.
El movimiento pentecostal tiene su origen histórico en Topeka, pequeña ciudad de Kansas de la Unión Americana, en el año 1901. Precisamente, el primero de enero de ese año en el instituto bíblico Bethel, bajo la dirección del predicador Charles Fox Parham, la estudiante Agnes Ozman, les solicitó a sus compañeros de recinto que le impusieran las manos y oraran por ella. La joven comenzó a hablar en lenguas.
Este nuevo fenómeno fue identificado como el bautismo en el Espíritu Santo y se asimiló esta experiencia como un nuevo Pentecostés. Parham hizo girar todo su ministerio en torno a esta experiencia, ya que él era un predicador revivalista formado en la tradición del Movimiento de Santidad.
Es en Los Ángeles, California, en el año 1906, cuando el movimiento pentecostal inicia su impacto hacia fuera. El predicador negro William Seymor, asociado al Movimiento de la Santidad, había asistido a las enseñanzas de Parham y se había nutrido de sus enseñanzas.
Seymor se estableció en una edificación abandonada de la calle Azuza 312, en donde fijó un punto de predicación con un auditorio predominantemente negro. Más tarde se convirtieron otras personas de piel blanca que llegaron animada por el nuevo fenómeno que pronto se dio a conocer en todo Estados Unidos y enseguida inició una extensa labor misionera que tocó casi todo el continente americano y gran parte del mundo.
La “Lluvia tardía” había comenzado a caer. Grandes bendiciones estaban a la espera. Las denominaciones principales como Asambleas de Dios, Iglesia de Dios, e Iglesia de Dios Pentecostal, tuvieron su inicio en este gran avivamiento. Este extraordinario renacer de la fe, coincidió en el tiempo con la gran manifestación espiritual que se vivió por varios años en el pueblo de Gales, Inglaterra.
El asunto de las lenguas creó grandes divisiones y controversias. Esto le permitió a los más importantes movimientos definir el contenido doctrinal de su misión. Lo más significativo fue que el pentecostalismo creó su base teológica en torno cuatro aspectos básicos y elementales que tradicionalmente ha sido llamado el “El evangelio cuadrangular”: Jesús salva, sana, bautiza en el Espíritu Santo y viene otra vez.
Este esbozo sencillo de la fe ha facilitado algunas de las características del pentecostalismo que enfatizan el valor personal e individual por encima de lo estructural o denominacional y el valor de la experiencia espiritual por encima de la articulación teológica.
Cien años después de estos acontecimientos, el pentecostalismo está llamando poderosamente la atención en todo el mundo, especialmente en los países en vías de desarrollo. A la República Dominicana, el movimiento pentecostal llegó con el misionero puertorriqueño Salomón Feliciano, quien se había relacionado con este culto en San Francisco, California, cerca del año 1913.
Feliciano inició en 1917, en la ciudad de San Pedro de Macorís, una cruzada al aire libre. Entre los convertidos se contó al señor Julio Postigo. Al final de dos años de labor, Feliciano regresó a Puerto Rico y la congregación fue asimilad por la Iglesia Evangélica Dominicana. El impacto de esa primera misión se diluyó por falta de continuidad y seguimiento. No fue sino hasta el 1930 cuando se establecieron formalmente las primeras iglesias pentecostales en la República Dominicana de manera permanente.
En América Latina se han realizado numerosos trabajos acerca del movimiento pentecostal. “El Refugio de las masas” se titula un importante estudio sobre los pentecostales, realizado por Cristian Lalive D Epinay. El escritor norteamericano Pedro Wagner también escribió un importante trabajo sobre este grupo. Orlando Costa ha escribió un interesante ensayo sobre el pentecostalismo latinoamericano. Al historiador argentino Pablo Deiros se le considera un especialista en este tema.
En la República Dominicana, el sociólogo Marcos Villamán publicó el libro “El Auge pentecostal”. El periodista Bienvenido Alvarez incluyó un importante trabajo en un análisis sobre movimientos religiosos en la Republica Dominicana. También el pastor Porfirio Cabral publicó una breve historia sobre el pentecostalismo dominicano, y este autor (Tomás Gómez Bueno), escribió en el 2017, el libro “80 años de las Asambleas de Dios en Santiago”, una publicación que recoge aspectos importantes de lo que ha sido el evangelio pentecostal en la República Dominicana.